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Desde Siempre

Roly Vargas: "El General de la Montaña y su Legado en Calera San Juan"

Tuvo una vida de sacrificio, desde muy chico tuvo que salir a trabajar para ayudar a su familia. Con compromiso y valor hoy ocupa un puesto importante en Calera San Juan. Roly tiene en su ADN a la empresa y afirma que "siempre nos dio y cuidó mucho"

Roly Vargas es un nombre que resuena con fuerza en las colinas de San Juan. Para muchos, es conocido como "el general de la montaña", un título que no solo refleja su rol como supervisor de explotación de canteras en Calera San Juan, sino también el respeto ganado a lo largo de décadas de trabajo duro, dedicación y amor. por su oficio. Roly no dirige un ejército convencional, pero su misión diaria en los bancos de cantera tiene la precisión, la disciplina y la responsabilidad de una campaña militar. Su historia es un ejemplo de cómo la vida puede moldearse en los cimientos de las piedras y los cerros.

Su día a día está marcado por la supervisión de la explotación de las canteras, un trabajo que combina planificación, ingeniería y seguridad. Roly y su equipo se encargan de perforar, extraer material y darle forma a los bancos de cantera, esas enormes paredes de roca que deben mantener una altura adecuada para evitar derrumbes y accidentes. "Nuestro trabajo es darle altura a los bancos, mantener seguros y desarrollar la cantera para seguir con la producción", explica. La piedra que extraen va directamente a los hornos de la calera, donde se transforma en el producto final que abastece a diversas industrias.

Pero detrás de este hombre de canteras y maquinaria pesada, hay una historia de superación que comenzó mucho antes de su rol actual. Roly nació y creció en Divisadero, una pequeña localidad cercana a Los Berros. La vida le impuso duras pruebas desde joven: a los 13 años perdió a su padre, y con cinco hermanas y un hermano menor con síndrome de Down, la responsabilidad familiar cayó sobre sus hombros. "Perdí a mi viejo muy chico y tuve que salir a buscar el pan. Mi madre y yo trabajamos codo a codo para sacar adelante a la familia", cuenta Roly, recordando esos tiempos difíciles pero formativos.

Su formación quedó académica truncada. "Solo terminé hasta sexto grado. Después, por cuestiones económicas, tuve que dejar la escuela. No había opción, había que salir a trabajar", relata sin nostalgia, pero con la conciencia de haber sacrificado parte de su juventud por el bienestar de los suyos. Sin embargo, el trabajo en las canteras le permitió adquirir una educación distinta, una que no se mide en grados o diplomas, sino en horas de experiencia y habilidad. A los 19 años, ya estaba inmerso en el mundo de la minería, ayudando en perforaciones y aprendiendo a manejar explosivos.

En agosto de 1999, Roly dio un paso importante en su carrera al unirse a Calera San Juan. Fue un momento de transición que, sin que él lo supiera en ese entonces, cambiaría el rumbo de su vida. Al principio, comenzó a trabajar en la fábrica, en la planta baja donde se maneja el movimiento de cales. Poco a poco, su desempeño fue notado, y le ofrecieron la oportunidad de ascender. Primero, pasó a trabajar en los hornos, una de las partes más críticas de la operación. Allí adquirió un conocimiento técnico valioso sobre el manejo de temperaturas y la producción de cales.

Sin embargo, su destino estaba en las alturas, en las canteras. Cuando sus superiores se dieron cuenta de su vasto conocimiento sobre la explotación minera, lo trasladaron definitivamente a la cantera, donde fue tomando cada vez más responsabilidades. En las canteras no solo era un supervisor, sino que también hizo de todo: palero, chofer de camión, perforista y explosivista. "Yo hacía de todo. Conozco cada rincón de la cantera, cada máquina, cada banco de roca. Lo he vivido todo", dice con orgullo

La trayectoria de Roly en Calera San Juan ha sido un aprendizaje constante. "Calera San Juan nos ha dado muchísimo. Nos enseñan, nos ayudan a crecer todos los días. Aquí he aprendido a manejar máquinas que jamás pensé que podría operar", comenta con gratitud. Roly habla de la calera como si fuera una extensión de su familia, una entidad que ha moldeado su vida y le ha brindado oportunidades que de otro modo no hubiera tenido.

A lo largo de los años, también ha visto la evolución de la empresa, que ha crecido exponencialmente, ampliando su producción y mejorando su tecnología. Los hornos Merz, son un testimonio del compromiso de la empresa con la modernización y el aumento de la eficiencia. "El cuarto horno ya está en desarrollo, y si todo sale bien, el próximo año estará funcionando", explica con la visión de alguien que siempre está mirando hacia el futuro.

Pero si hay algo que distingue a Roly, más allá de su experiencia técnica, es su profundo compromiso con la seguridad. En un trabajo como el suyo, donde se manipulan explosivos y se trabaja a gran altura, la seguridad es primordial. "Nosotros priorizamos siempre la seguridad. Hay una gran demanda de material, pero primero estamos nosotros, segundo estamos nosotros y tercero estamos nosotros. Es una premisa que jamás olvidamos", dice, recordando las enseñanzas del CEO de la empresa el ingeniero Raúl Cabanay. "Siempre hacemos las cosas con calma, nunca apurados. Si no se puede hoy, mañana sale el sol otra vez".

En lo personal, Roly está casado y tiene dos hijos. Su hija, de 19 años, está estudiando higiene y seguridad, inspirada quizás por el compromiso de su padre con la seguridad en el trabajo. Su hijo mayor, de 26 años, comenzó sus estudios en la misma carrera, pero la pandemia truncó sus intenciones. "Nos quedamos sin internet, no había forma de seguir las clases a distancia, así que empezó a trabajar conmigo. Hoy está en la empresa como metalúrgico en Calera San Juan", cuenta Roly, aunque no pierde la esperanza de que su hijo retome los estudios. "Siempre le digo que es joven, que tiene tiempo para seguir aprendiendo

Para Roly, la minería no es solo un medio de subsistencia, es un legado que ha heredado y que espera transmitir. La calera no solo le ha dado estabilidad económica a su familia, sino también un sentido de comunidad y propósito. "Si no fuera por la calera, no sé qué haríamos. Nos ha ayudado mucho en lo económico, y ver cómo crece la empresa es una satisfacción. Nosotros crecemos con ella, a la par", reflexiona con humildad.

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