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Mujeres sanjuaninas y otros relatos populares

Un lugar bajo el sol

"Chiquito" Peña, un sanjuanino de vida intensa y multifacética, dejó una huella imborrable en su comunidad. Desde lustrabotas hasta policía y puntero político, su historia refleja la lucha y el esfuerzo por encontrar un lugar en un mundo a menudo adverso, siempre con el deseo de ayudar a los demás.

"Chiquito" Peña y el Intendente de Rawson Vicente Mestre Pedro.

Nacido en las ahora ya desaparecidas y legendarias "casillas" de emergencia del Barrio Bardiani, construidas después del terremoto de 1944, "Chiquito" Peña -como se lo recuerda en Trinidad y Rawson-, tenía 56 años cuando lo conocí, dos años antes de que falleciera repentinamente de un paro cardíaco. 

Una vida que parece demasiado corta para haber sido lustrabotas, vendedor de "semitas" (tortas sanjuaninas para acompañar el mate o el café), cosechador, mozo, barrabrava de Boca, boxeador, oficial cromador, gomero, kiosquero, agente de la Policía de Tránsito, "cabecilla" de un recordado paro policial, suboficial (Retirado), asistente de las inferiores de Trinidad y, como si eso fuera poco, puntero político y dirigente departamental. 

"Por ser de confianza", siendo ya policía, fue seleccionado entre sus pares como custodio personal de varios gobernadores, entre ellos del doctor Leopoldo Bravo, histórico caudillo provincial del Partido Bloquista

Cuando yo lo conocí, había instalado una verdulería en el populoso Barrio Domingo Faustino Sarmiento del departamento Rawson, "para seguir parando la olla todos los días". Prácticamente estaba retirado de todo. Quizá fue por eso que me confió sus recuerdos, o tal vez porque yo estaba predestinado a conocer su pequeña gran historia antes de que él nos dejara. 

La pelea por la vida: primer round 

A su modo, él también podía confesar como Neruda, que había vivido, y su vida resultaba interesante y aleccionadora, como la de todo hombre que ha luchado por encontrar un lugar bajo el abrasador sol sanjuanino, no siempre tan hospitalario como suele decirse (no hay sanjuanino que no se haya "ido" o "pensado irse" alguna vez por alguna razón, desde las épocas de Domingo Faustino Sarmiento). En todo caso, un sol que atrae y rechaza a la vez, como esos grandes amores no correspondidos. 

"Nací y me crié en las casillas de emergencia del Barrio Dr. Hugo Bardiani hasta una edad que me tuve que ir de la provincia buscando nuevos horizontes", me contó Peña. "Al comienzo salía con el padre del Dr. Isidro Ferrá, que tenía choferes –yo tenía 12 años-. Nos íbamos a Tucumán, Jujuy, Salta, Bolivia, donde se estaban plantando los primeros barbechos de uva que es lo que llevábamos nosotros. Yo iba de acompañante para cebarle mate al chofer. Después me fui a Mendoza. Un día –con 14 o 15 años– me pregunté: 

-      ¿Y yo qué hago acá? Quería estar un poco mejor. Buenos Aires estaba bueno para trabajar (estamos hablando del año 1965) y me fui a Buenos Aires". 

Ya en Buenos Aires, "como todo cabeza ("cabecita negra") que llegaba a allá, comencé a trabajar en un restaurante", y una vez instalado en la gran ciudad "comencé a hacer deportes: un poco de básquet, fútbol, pero sobre todo boxeo. Me entrenaba en la Federación Argentina de Box, Castro Barros 75. Participé en varios campeonatos argentinos amateur". 

Ese parecía ser el símbolo de su vida peleada pero honesta: 

-      "Y sí, las circunstancias: uno quiere llegar, estar mejor", me dijo una de aquellas mañanas en las que lo entrevisté en su verdulería. 

Un sanjuanino en Buenos Aires 

En Buenos Aires, "Chiquito" Peña tuvo la oportunidad de ver las peleas por el título del mundo de nuestros grandes campeones nacionales: Horacio Acavallo, Nicolino Loche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez. 

"Llegué a Buenos Aires cuando Acavallo estaba por pelear con el mexicano Alacrán Torres por el título del mundo. Vi el show de los hermanos Peralta en el Luna Park. El "Goyo" (Gregorio Peralta) era nacido aquí en San Juan en el callejón Las Palmas. Hacían un show en el Luna Park que se llamaba El Festival de los Peralta. Lo vi pelear al "Goyo" con Bonavena". Hablaba con entusiasmo de aquellas glorias argentinas y a mí también me entusiasmaba su relato. Pero él y yo estábamos allí, sin saberlo, para repasar como un homenaje a su vida, su propia historia... 

"El mismo dueño del restaurante donde trabajaba me comenzó a alentar para que entrara a trabajar en una gran fábrica que estaba en Villa del Parque, donde podía llegar a tener mejor futuro. Y eso que cuando me pagó el primer sueldo en el restaurante eran tantos billetes juntos que me pareció que se había equivocado... La fábrica era Apolo Sociedad Anónima, una fábrica de un ruso, muy linda y muy grande, que exportaba hebillas, cierres relámpagos y botones de nácar a todo el mundo. Ahí aprendí el oficio de niquelador cromador, todo lo que se trabaja en baños electrolítricos. Hace unos años, cuando volví a Buenos Aires de visita, la empresa todavía estaba". 

Volar más alto 

Sin embargo, con ese nuevo oficio y las ilusiones intactas, un día el "Chiquito" comenzó a pensar en llegar más lejos: "Quería irme a trabajar a Estados Unidos con uno de los muchachos de la barra brava de Boca con el que solíamos ir todos los domingos a la cancha. Con él fuimos aquella tarde a la cancha de River donde murieron 71 hinchas de Boca apretados contra los molinetes de salida a causa de una avalancha. Yo estaba con Aciar, Becerra y Espinoza, cuyos padres vivían en ese entonces en el Barrio Bardiani. Fuimos a ver aquel clásico de 1969 y allí murió Armando Espinoza, hijo del dueño de El Artesano. Después de eso decidimos irnos a Estados Unidos. Entonces, me vine a San Juan a despedirme de los viejos. Ya tenía el pasaporte, tenía todo y estaba esperando la visa que era lo único que me faltaba para irme. Pero resulta que mi viejo me dice: 

-      Mirá, me he jubilado (era policía) y tengo la posibilidad de hacerte entrar en lugar mío. 

Entonces olvidó que Estados Unidos lo esperaba para hacer la América y también que lo que él ganaba lustrando zapatos cuando era chico, muchas veces superaba al sueldo de su padre policía. ¿Sería aquella la oportunidad que esperaba bajo el propio sol sanjuanino desde muy chico? "Y no me fui. Entré en la policía en lugar de mi padre, aunque nunca pensé que sería custodio personal de varios gobernadores y sería "el cabecilla" de un paro policial". Así lo identificaron sus superiores y el periodismo, a poco de iniciado el período constitucional de 1983, durante el gobierno del Dr. Leopoldo Bravo, siendo jefe de Policía el Dr, Waldino Acosta, luego también gobernador de San Juan en la misma época en la que Chiquito Peña nos abandonó para siempre. 

"Entré a la policía en lugar de mi padre y no me fui. Pero al poco tiempo, como yo andaba muy bien en boxeo, mi amigo que se había ido y que estaba muy bien económicamente, me mandó a llamar para que fuera a pelear a Estados Unidos. Pero yo ya tenía un hijo y no me fui". Hizo el curso de la Escuela de Policía y lo destinaron a Tránsito. 

Ruidos Molestos 

"Estábamos trabajando en un operativo que se denominaba "Ruidos Molestos". Teníamos un aparato decibelímetro que medía el ruido, sobre todo de los escapes. En esa esquina funcionaba entonces la confitería El Águila. En un momento dado escuchamos que venían dos muchachos a los gritos, que tal vez habían tomado unos traguitos de más. Venían insultando, y a la confitería El Águila concurrían muchas señoras de edad que iban a tomar el té... Cuando yo los apuré y les llamé la atención (más como padre que como policía), me quisieron encarar para pegarme. Entonces tuve que responder y detenerlos. Sin tocarles un solo pelo logré reducirlos rápidamente solamente con mis manos. A esa altura ya me había sacado el arma y la había dejado a un lado porque los muchachos me habían provocado diciéndome que yo me hacía el hombre porque tenía un arma en la cintura. Les dije que no era así. Me saqué la cartuchera, las pistoleras y el casco, y les demostré que no era así. No es cuestión de llevarse a nadie por delante, pero tampoco se puede permitir que a uno lo pasen por encima". 

"Chiquito" Peña policía de tránsito.

Su reflexión siguiente me terminó de convencer de que, aunque había trabajado en Tránsito recorriendo las calles a veces más de catorce horas seguidas subido a su motoneta, Peña era un hombre sin vueltas: "Siempre he sido muy prudente, con temor a equivocarme y meter la pata. Nunca estuve de acuerdo con los abusos, por eso también tuve problemas. Porque lo mínimo que hace un policía siempre sobresale más que lo que hace cualquier otra persona". Ya tendría oportunidad de probarlo defendiendo a sus compañeros de gremio. 

De San Juan a Victorica

Peña pensaba que los gobernantes militares del "Proceso" se habían dado cuenta de que la situación no daba para más y que hacía falta aflojar las tensiones en las provincias por medio de los caudillos populares tradicionales, como era el caso del Dr. Leopoldo Bravo. Fue en oportunidad de ser designado gobernador don Leopoldo por su tocayo Galtieri que le tocó a Peña ser custodio personal del caudillo bloquista y viajar con él a Victorica al "asado más grande del mundo" en celebración de los 100 años de la fundación de aquella ciudad pampeana. 

Según Peña, en la intimidad de las reuniones y conversaciones que se sucedieron a lo largo de aquella jornada, ya se hablaba de Malvinas. Fue así como "acompañante" de gobernadores que, sin proponérselo, el "Chiquito" conoció los entretelones de importantes decisiones, recorrió varias provincias y conoció hoteles de gran categoría junto a sus célebres custodiados. 

"El policía no tiene vida social" 

"El policía tiene una gran responsabilidad, pero no puede tener vida social; eso es lo peor. Es cierto, tenemos grandes campings, casas en Valle Fértil, en Rodeo, en Jáchal, y yo soy socio vitalicio del CESAP (Centro de Suboficiales y Agentes de la Policía) desde hace 30 años, pero no podemos hacer vida social, por el sistema económico. Porque los servicios como los de la policía o de los maestros (sabía que yo era docente) deben pagarse bien. No puede ser que un policía gane 500 ó 600 pesos por mes (también sabía que yo era periodista de El Viñatero y que iba a publicar lo que él me estaba diciendo). Porque entonces comete errores, y un día, cuando no tiene para darle de comer a sus hijos, como cualquier otro hijo de vecino, le dan una moneda y se termina doblando... por necesidad". 

Creo que Peña tenía la autoridad suficiente para decirlo sin ser cómplice: por su conducta intachable y porque se "bancó" como agente, junto a suboficiales y oficiales (el oficial Nicolía sería separado de la fuerza por ello), el paro policial que le hicieron al mismísimo Dr. Bravo, ya iniciado el periodo constitucional de 1983. 

"No señor... Sí señor" 

Tal vez fue entonces cuando el Chiquito recordó –aunque el gobernador era el Dr. Leopoldo Bravo, el vicegobernador el Dr. Ruiz Aguilar y el jefe de Policía el Dr. Wbaldino Acosta- que había tenido que salir a trabajar desde muy chico, porque el sueldo de policía de su padre no alcanzaba para alimentar a toda la familia y que, después de todo, había dejado de ir a la meca del bienestar personal para servir a su provincia, ¡qué embromar! 

Peña fue llamado junto a los otros "cabecillas" de la protesta policial por el Dr. Acosta, quien les imputó: 

-      "¿Así que ustedes quieren la cabeza del jefe de Policía y de la Plana Mayor?". 

-      "No señor", le contestó Peña. "Yo creo que hay una equivocación: aquí nadie quiere la cabeza de nadie. Lo único que queremos, jefe, es estar un poco mejor y darle de comer a la familia. Estamos a una semana del comienzo del ciclo lectivo y no tenemos con qué mandar los hijos a la escuela; no tenemos nada... Y queremos la equiparación con la Federal, si ellos son tan policías como nosotros..."

Acosta les contestó, me contó Peña: 

-      "¿Ustedes confían en mí?".

-      "Sí señor, confiamos en usted".

-      "Entonces, levántenme el paro".

-      "Muy bien señor, le levantamos el paro". 

Y así fue: "Después de convencer a mis compañeros de la conveniencia de hacerlo, nos equipararon con la Federal: nos dieron una plata en dos cuotas, algo así como $1.500 para llegar a esa equiparación; y nos dieron todo el equipamiento escolar para los hijos a través de un crédito de Servicio Social. Creo que nunca más se volvieron a conseguir tantas cosas juntas". 

"El Partido o el cargo" 

Después de retirarse de la policía como suboficial, Chiquito Peña se dedicó a la política, o mejor dicho "a la gente", como él prefería definir ese oficio. Aunque su balance no era tan bueno. Trabajó para las candidaturas del Dr. Gómez Centurión (luego gobernador en 1987), del Dr. Gilberto Marata (candidato a gobernador) y del Dr. Waldino Acosta (vicegobernador y después gobernador de la provincia ante la renuncia del Dr. Alfredo Avelín en el 2002) y ayudó a mucha gente: 

-      "Pero la gente también es muy desagradecida", lo escuché quejarse. "Hay algunos que pasan por el lado de uno y ni lo saludan". A los políticos de su partido les criticaba entre otras cosas que "siempre son los mismos". 

Su carrera "política", en realidad, comenzó en Buenos Aires, allá por la década del 70: "Yo fui de la Juventud Peronista antes de venirme de Buenos Aires, pero nunca vi en aquella época a muchos que hoy se dicen peronistas pidiendo por la vuelta del general Perón". 

Después de una honorable y honrosa carrera policial, ya retirado como suboficial, Peña comenzó a militar en el Partido Bloquista de Rawson, donde llegó a ser vicepresidente segundo del comité departamental. 

Hay una actitud que lo pinta de cuerpo y alma como un hombre de esa raza de políticos que escasea en nuestros días, que antes era la norma y que hoy es la excepción: "En una oportunidad, don Vicente Mestre Pedro, intendente de Rawson por el Bloquismo, me ofreció el cargo de subsecretario de Obras Públicas del municipio. Como Mestre Pedro no era un hombre del partido, sino que venía propuesto personalmente por el Dr. Gómez Centurión -que lo había elegido por ser el mejor hombre para ganar aquellas elecciones- le dije que lo iba a consultar con el comité departamental del que yo era entonces su vicepresidente segundo. Como la gente del comité no lo quería a Mestre Pedro por no ser del partido, me dijeron: 

-      "Elegí, el partido o el cargo". 

"Le tuve que decir a don Vicente que le cambiaba el cargo por cinco puestos de trabajo para gente que también lo necesitaba. Con ese cargo de subsecretario de Obras Públicas yo me podría haber jubilado con dos mil o dos mil quinientos pesos. Ahora tengo que salir a ganar el pan de cada día en la calle, aunque estoy jubilado. Me levanto a las 6.30 todos los días y son las dos y media o tres de la tarde, y recién estoy llegando a comer a mi casa. Sigo trabajando, como toda la vida...".

"Yo me había jubilado más o menos bien como suboficial -me continuó contando Peña-, pero vino el Sr. Escobar y nos sacó $ 200. Después vino De la Rúa y nos sacó el 13%. Y cuando fui a cobrar la devolución del 13%, nos devolvieron el 50%. Así, ¿cómo quieren tener buena policía?, ¿cómo quieren tener buenos maestros?, ¿cómo quieren tener algo bueno si nada está bien pago?". 

Tiempos de siembra

Chiquito Peña había tenido tiempos mejores: "Recuerdo que fue Ubaldo Montaño (dirigente sindical justicialista de gran renombre) a ver al Dr. Leopoldo Bravo que era gobernador y le dijo: 

-      "Don Leopoldo, tengo gente sin trabajar". 

"Y don Leopoldo le hizo nombrar como 1.000 personas, unos 100 de los cuales yo, que estaba muy cerca del Dr. Bravo, ayudé a que entraran en la lista porque sabía que necesitaban trabajar". 

En otra oportunidad, "cuando yo tenía el kiosco de diarios y revistas en Mitre y Mendoza, un amigo –don Polo- me dice: 

-      "Mirá, necesito ponerme un marcapaso, si no me muero, no duro más de 15 días". 

"Agarré y me fui al Partido Bloquista en la calle Mitre y Alem. Estaba don Leopoldo y le dije: 

-      "Don Leopoldo, vengo a verlo por un amigo que le hace falta un marcapaso, si no, se muere".

"En ese momento estaban los Justicialistas gobernando y Montaño era el ministro de Bienestar Social. Don Leopoldo le habló a Montaño y le dijo: 

-      "Mirá, va a ir un amigo de parte mía que tiene una necesidad, ¿me lo podés atender?".

"A los 15 días el hombre estaba operado y con el marcapaso". 

Tiempos de cosecha

Con relación al partido al que Peña brindó sus mejores años y que como él me contó le dio la espalda cuando más lo necesitaba, no guardaba los mejores recuerdos: "En el Partido Bloquista sólo pueden ser funcionarios los que tienen ojos azules y son bonitos para salir en televisión. Creen que un hombre vale por la pinta. El Partido Bloquista se quedó, porque siempre son los mismos y al puntero no le dan oportunidad... Si hoy me piden que les dé una mano como bloquista, ¿qué les digo yo? Si ayer cuando los necesité no me dieron una mano, después de trabajar para el partido 20 años... El Partido Bloquista se está perdiendo por los mismos dirigentes, y los mismos dirigentes tienen que dejar que otros crezcan. No han hecho dirigencia nueva, no han hecho nada. Se está perdiendo. ¿Cómo puedo ir a decirle a alguien en campaña: Mire, este señor es el mejor, si cuando yo fui a verlo con esa persona, el señor no me atendió. Ese hombre que yo llevé al partido ahora me manda a pasear. Por eso en Rawson hemos pasado de diez mil afiliados a un padrón de mil o mil quinientos como mucho. Se han portado mal con la gente, por eso se está perdiendo. Porque los otros días fuimos gobierno y ninguno quería que le cayera tierra al saco. Los funcionarios no querían atender cuando iba a verlos un puntero del partido... Tenemos que sembrar para después cosechar, y ellos están cosechando lo que sembraron". 

Palabras finales 

"He dado la mano a un montón de gente. Y uno queda mal parado a veces por la política. Ahora ya no, porque está muy mala la situación y me he tenido que plantar aquí en la verdulería, pero un puntero como uno tiene que estar con todos. Si un nene robó y viene la mamá y me dice: 

-      "Déme una mano por favor", entonces, lo menos que Ud. puede hacer es conseguirle un abogado, porque seguramente esa persona no tiene para pagarlo. 

"El puntero es el que da la cara. El político al que uno ayuda a llegar, muchas veces se olvida. Nunca es reconocida la capacidad del ser humano. Cómo va a trabajar Ud. tranquilo si sabe que no hay qué poner en la olla, cuando a los otros señores no se les hace nada aumentarse a seis mil pesos porque ganan tres mil, mientras los trabajadores u obreros están peleando por cien o ciento cincuenta. Entonces, ¿en qué país vivimos? La gente tiene que estar mejor, no puede estar tan mal. A veces pienso que, si me hubiera ido a Estados Unidos, como mi amigo, estaría mucho mejor... Tal vez hemos crecido en muchas cosas, pero en lo que no hemos crecido es en la mentalidad de futuro... ¡Qué historia...! ¡Pero hay que vivirla!".

Esas fueron sus últimas palabras antes de que yo apagara el grabador y diera por terminada la entrevista. Fue su despedida y el legado de su lucha por obtener un lugar bajo el abrasador sol sanjuanino.

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