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Mujeres sanjuaninas y otros relatos populares

El llamado de las estrellas

Adela Abraham de Epstein, pionera en la ingeniería y la astronomía en Argentina, rompió barreras de género y culturales desde sus inicios. 

Adela Abraham de Epstein

Adela Abraham de Epstein nació en Caucete y desde muy joven recibió el llamado de las estrellas, convirtiéndose desde entonces en una adelantada para su época. 
En 1952 sería la primera mujer Agrimensora de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo (que funcionaba en San Juan), y en 1956, con los más altos promedios de su promoción, alcanzaría el título de Ingeniera, siendo la primera mujer en esa profesión no solo de la Argentina sino también de América Latina. 


En 1949, la costumbre y la cultura de la época aconsejaban a una chica de su edad conocer a alguien con quien "establecer una relación de futuro", formalizar esa relación y casarse. Adela acababa de terminar el secundario y se sentía atraída… por la ciencia. "Me acuerdo que estaba en el último año del secundario en el Liceo Nacional de Señoritas Paula Albarracín de Sarmiento –me comentó Adela aquella tarde en la casa de Juanita Marún, otra gran mujer independiente de su tiempo-, cuando después de hacerme pasar frente al pizarrón a dar la lección del día, como se acostumbraba entonces, el profesor de Física me dijo: Parece que a usted le gusta la Física, la Matemática y la Astronomía. Mire, todavía no tenemos Astronomía acá en San Juan pero hay una carrera que tiene Astronomía de Posición, que es la de Ingeniero Geógrafo".

Por primera vez, Adela sintió la sensación de estar frente a un telescopio virtual cuyo enfoque le permitía alcanzar su sueño. Ingeniera Geógrafa, eso era lo que estudiaría. 
Realizó su tesis en el Observatorio Félix Aguilar con la tutoría del profesor Juan José Nissen. Allí tendría también como profesor al Ing. Unrico Cesco. A su formación académica, habían contribuido además varios profesores europeos que habían dejado el Viejo Continente en disidencia con los regímenes que desde la década del 30 ya dominaban Europa. Al cruzar el Atlántico, algunos de ellos se habían radicado en nuestra provincia. Entre aquellos académicos se encontraban españoles como el Dr. Pi Calleja –el mejor matemático español de su tiempo-, catedráticos alemanes y científicos italianos, muchos de cuyos compatriotas habían seguido viaje a Estados Unidos o se habían radicado en La Plata o en Córdoba, buscando un lugar de excelencia para el desarrollo de las ciencias que dominaban. 


Trabajaba como calculista en el Observatorio Félix Aguilar cuando recibió del profesor Nissen la propuesta de ir a trabajar e investigar en el Centro Atómico Bariloche. Uno de los profesores de Bariloche –recordaba Adela Abraham- se había comunicado con el profesor Nissen, preguntándole si conocía a alguna persona que supiera mucha física y matemática y que supiera al mismo tiempo calcular. 


- Como yo había hecho las tres cosas y ya me había recibido, el profesor Nissen me dijo: ¿Quiere ir? Porque necesitan una persona que trabaje y estudie con ellos. 

- Bueno –le contesté-. Y me propuse probar por un tiempo cómo era aquello. 
Sin embargo, ese nuevo logro tuvo como contrapartida una tremenda desgracia para Adela: su madre falleció cuando ella ya estaba trabajando en Bariloche. No obstante, sobreponiéndose a la irreparable pérdida, allí se especializó en cálculos de fuentes de iones. 


Beca a la italiana 
El Centro Atómico de Bariloche tenía como director a un científico italiano, a quien visitaba por aquellos días su par y compatriota del Observatorio Astronómico de Córdoba, aquel centro de excelencia que había sido fundado por Domingo Faustino Sarmiento durante su presidencia. 


- Estábamos todos almorzando –me contó Adela- cuando le transmití a nuestro visitante qué lindo sería poder estudiar Astrofísica en Córdoba, pues en la carrera de Ingeniero Geógrafo uno estudia Astronomía de Posición, es decir determina la longitud y latitud sobre la base de la Astronomía de Posición, pero yo quería interiorizarme e internarme en las estrellas, ver cómo evolucionaban y todo ello, pero para eso necesitaba la Astrofísica, y eso se enseñaba en Córdoba". 


- ¿Por qué no se viene a Córdoba –me dijo el director del Observatorio-, pide una beca del Consejo de Investigaciones Científicas y yo por mi parte voy a avalar su pedido? 
Así lo hizo. Ganó la beca muy rápidamente y se fue a Córdoba a trabajar con el Dr. Bratton en Estrellas Variables. Trabajaba con él y al mismo tiempo estudiaba Astrofísica. 
- Él me prestaba los libros y yo los leía, así hacía las dos cosas". 


El contacto con los astros 
Allí en Córdoba conoció al que luego sería su esposo por 32 años, el Dr. Isadore Epstein, quien estaba en la Argentina de paso por Córdoba, buscando un lugar cuyo cielo fuera tan diáfano que permitiera instalar un observatorio astronómico de altura, único en el mundo. Ya entonces se hablaba de El Leoncito


Enviado por la Universidad de Columbia, el Dr. Epstein había recorrido Sudáfrica, Australia e incluso Chile –de muy buenos cielos también-, pero había finalmente recalado en San Juan, donde junto a Ulrico Cesco habían determinado la conveniencia de ubicar aquel observatorio en Barreal, pues allí se encontraron con el mejor cielo del mundo. 


No hay más tiempo para seguir conversando. Entonces, como para rematar la entrevista le digo a la Dra. Abraham de Epstein: 
- Siguiendo las estrellas, Ud. encontró al que sería su esposo…
- Bueno –me contestó con la picardía y al mismo tiempo la seguridad de quien ya se ha familiarizado con los astros-, en realidad ocurrió que él vino a San Juan buscando un cielo y se encontró con una estrella. 


La sala de lectura de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNSJ lleva el nombre del Dr. Isadore Epstein, de quien, una parte de su biblioteca personal fue donada a esa Facultad por su esposa en 1999. 

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