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Jueves 19 de Septiembre, 2024
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Una historia para contar

Jerónimo, el luchador que le ganó la batalla a la leucemia

A los 9 años le detectaron leucemia. Debió viajar a Buenos Aires y estar internado mas de 60 días. La familia quedó repartida en tres lugares del país. Su hermano le hizo la donación de médula para que pudiera seguir viviendo.

Jerónimo con su diploma por rendir su examen de cinturón verde de Karate, uno de los tantos premios por su lucha diaria de superarse y junto a sus hermanos Jaime y Lola.

A la hora del almuerzo, todos se sentaron a la mesa para degustar el plato que hizo Andrea. Jerónimo llegó con pocas ganas y su cara lo delataba. No quería comer porque le dolía la panza.

No probó bocado y eso era extraño en Jero porque era de buen comer. Eso hizo que inmediatamente papá y mamá se fueron con él a la clínica de urgencias para tratar de saber cuál era el problema.

Por supuesto que la primera indicación fue un análisis para saber si había alguna infección o algo simple.

La espera no generó ansiedad, pero después de un par de horas la respuesta llegó desde el laboratorio y allí comenzó una historia que ni Víctor ni Andrea podían creer.

La voz del médico taladró los oídos de los padres y aceleró los latidos de sus corazones, Jerónimo con 9 años tenía los glóbulos blancos muy descontrolados y en principio un diagnóstico muy apresurado los hacía presumir que estaban en la presencia de una leucemia.

Jerónimo no entendía nada. En Apenas 4 días le hicieron un sinfín de estudios y el 5 de noviembre de 2016 ya estaba en el Hospital Garraham con un diagnóstico firme, pero sin una solución a la vista.

Ante la adversidad siempre hay una sonrisa para Jerónimo Reinoso

Allí quedó internado mientras en San Juan con la abuela se quedaba Jaime Jeremías, el mayor de los hermanos Reinoso. A La Rioja viajaba Lola con apenas 4 años para quedarse con los tíos.

En un par de días la familia Reinoso-Notario se repartía en tres lugares del país. Aún así desde esos rincones los hermanos de Jerónimo fueron sometidos a exámenes y estudios, ante tanta desolación por las malas noticias, aparecía la primera buena.

Tanto Lola como Jaime, eran compatibles 100% con Jerónimo y podían ser donantes de médula ósea. Jaime tres años mayor tomó la decisión y dijo yo voy a salvar a mi hermano.

Los tres hermanos se pudieron juntar en el Garraham al menos un par de veces en casi 60 días

La donación de concretó apenas unos días antes de que se fuera noviembre, pero no todo se terminaba allí. Había que quedarse en Buenos Aires al menos un mes más para esperar la evolución.

Allí vino un proceso que como padres hay que estar preparados porque no es fácil enfrentar. La espera, la ansiedad, el día a día era complicado y Andrea se mostraba entera, fuerte y vital, mientras lo cuidaba a su hijo.

Pero al momento que Jerónimo lograba conciliar el sueño se abrazaba con su marido y lloraban. No solo su hijo que se recuperaba en una cama de hospital, sino también por Lola y Jaime que estaban lejos.

A Jerónimo le tocó cumplir los 10 años internado en Buenos Aires y habiendo superado 5 quimios, pero siempre junto a sus padres Víctor y Andrea

Sin embargo, cada día de esfuerzo, cada día sufrimiento tuvo su premio.

Luego de dos meses fueron dados de alta del hospital con un pronóstico muy bueno. El resultado de la donación había sido exitoso. A partir de allí arrancaba una vida para toda la familia, porque se volvieron a encontrar todos, pero los controles trimestrales no se podían perder.

"No me acuerdo mucho, solo sé que me quedé pelado por algunas quimios que me hicieron, que pesaba muy poco porque la comida del hospital era muy fea. Me acuerdo que papa se llevaba una plancha y me cocinaba un bife para que comiera algo" empieza contando Jero.

El camino de la recuperación no fue fácil, tuvo sus días malos y lo enfrentaron con tanta entereza junto  sus padres y hermanos.

"El tipo de leucemia que tuvo Jerónimo no es de las más comunes, nos ayudó que los hermanos eran compatibles al 100%. Por suerte él de su mente logró borrar cosas que un niño no debe vivir. Tampoco como adultos también quedamos expuestos a cosas que vimos y con las que convivimos que no se le debe desear a nadie. Nos tuvimos que hacer fuertes a la fuerza y mi mujer encontró en Jero el pilar para sostenerse" cuenta Víctor con lágrimas en los ojos y la voz quebrada mientras Jerónimo escucha y observa todo.

Jerónimo logró volver a casa para recuparse pero durante dos años debió viajar para realizarse controles

Y la historia tuvo un final feliz, Jerónimo logró vencer al cáncer de sangre gracias a su familia, por el cuidado de sus padres y la donación de su hermano.

Pero no termina allí, porque desde allí comenzó una historia de resiliencia para Jerónimo.

Lo que vivió no lo llevó a estar guardado entre algodones, tampoco se quedó en casa. Aquel pibe que ya era un adolescente se animó a salir, a pelear y a no rendirse.

Si bien es cierto que antes de lo que le tocó vivir jugaba hockey en Valenciano, decidió dejar las ruedas de lado y buscó otro camino en el que encontró la felicidad: el karate y el kickboxing.

Los dos al mismo tiempo, porque entendió que la familia había peleado por él, tenía la obligación de continuar con su lucha. Disciplina y responsabilidad lo llevaron hoy a ser cinturón verde en Karate y en el kickboxing ganó varias medallas por los triunfos en torneos provinciales.

"Soy feliz en lo que hago, lo que viví es algo de la vida que lo recuerdo como un obstáculo que debía superar. Hoy estoy bien, hago mi vida normal y gracias a la pasión de mi viejo sumé otro deporte más que es el enduro. Hoy me subo a la Honda 450 de él y soy feliz andando en la montaña" cuenta con una naturalidad increíble Jerónimo.

Jerónimo con su moto enduro 450 cc

En su habitación hay medallas y trofeos que son del deporte, que claramente reflejan sus triunfos deportivos. Hoy a punto de terminar la secundaria se prepara para ser muy pronto un veterinario.

Jerónimo Reinoso Notario a los 17 años tiene una historia para contar, con un final feliz que el mismo y sus padres buscaron, porque no bajaron los brazos y encontró en Jaime Peso Pluma Reinoso, el hermano que le dio la posibilidad de seguir viviendo, sonriendo y siendo feliz como si acá  hubiera pasado nada.

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