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Mujeres sanjuaninas y otros relatos

Paula Albarracín, la madre de Sarmiento… ¿O el hijo de Paula?

A pesar de la pobreza, la casa de Paula Albarracín se convirtió en la primera escuela del célebre escritor y líder argentino.

Paula Albarracín de Sarmiento.

En su primer escrito publicado en Chile (1843), haciéndole poco honor a su provincia, a su familia y en particular a su madre, Domingo Faustino Sarmiento expresaba: "He nacido en una provincia ignorante y atrasada. He nacido en una familia que ha vivido en una mediocridad muy vecina a la indigencia y hasta hoy es pobre en toda la extensión de la palabra"


"Entre las familias tradicionales de San Juan -cuenta Manuel Gálvez en la voluminosa biografía de Sarmiento, contradiciendo al novel escritor- están los Sarmiento y los Albarracín -Sarmientos y Albarracines, como allá dicen- ambas de origen noble, como casi todas las gentes principales de los pueblos del virreynato". Por su parte, "los Albarracines son no menos ilustres que los Sarmientos, y algunos de ellos hasta pretenden sobrepasarles en abolengo". 


De esas influencias grandes e importantes, aun contradiciendo el folletín publicado en Chile, daba cuenta años más tarde el mismo escritor: "Huélgome de contar en mi familia dos historiadores, cuatro diputados a los congresos de la República Argentina y tres altos dignatarios de la Iglesia que me muestran el noble camino que ellos siguieron".


En realidad, la familia de Sarmiento, descendiente de "familias ilustres de conquistadores", sufría en los primeros días de la Patria independiente esa decadencia que el Dr. Horacio Videla refiere en su Historia de San Juan: "Desaparecido los indios, se extinguieron aquellas mercedes de encomiendas en retribución de los servicios distinguidos o de simple favoritismos, y en decadencia el laboreo de metales, esos orgullosos señores descendientes de conquistadores, no pudiendo sostener sus casas con decoro y fáciles recursos, aceptaron la pobreza vergonzante antes que decidirse a las actividades lucrativas enriquecedoras de los advenedizos…". Lógicamente, "ninguna elite podía sobrevivir a semejantes renuncios". 


Desde entonces, los hijos de estas familias venidas a menos vivirían de glorias pasadas o en busca de glorias futuras, alejados de la realidad inmediata a la que habían sido "condenados" por aquel cruel destino… Pero no era el caso de Paula…


Paula Albarracín, una mujer sin concesiones 
Si bien la familia de Sarmiento estaba "tristemente marcada por la menguada herencia que había alcanzado hasta su madre", que era la única que sostenía el hogar y que prescindía de los "accidentales aportes" del padre, nada tenía que ver Paula Albarracín con aquella "mediocridad muy vecina a la indigencia" de la que hablaba su hijo, confundiendo el efecto con las causas del atraso provinciano y las estrecheces cotidianas. 


Muy por el contrario, como su propio hijo lo admitirá en "Recuerdos de Provincia", Paula Albarracín "sabía leer y escribir en su juventud" –cosa no muy común ni usual en aquellos tiempos, tanto para hombres como para mujeres-, y era una mujer "de inteligencia clara y sin concesiones hechas a la vida". Es más, "a los veintitrés años emprendió una obra superior, no tanto a las fuerzas cuanto a la concepción de una niña soltera: con el producto de sus tejidos que consistía en una pequeña suma de dinero y con la ayuda de dos esclavos de una tía rica echó los cimientos de la casa que debía ocupar en el mundo al formar una nueva familia, sin ayuda de más nadie". 


"En aquellos tiempos –continúa Sarmiento- cualquier mujer industriosa, y lo eran todas, aun aquellas nacidas y criadas en la opulencia, podía contar consigo misma para subvenir a sus necesidades". 
Así describe el escritor las labores producidas por su madre, lejos de toda mediocridad, para escapar a la indigencia tan temida: "Las industrias manuales poseídas por mi madre son tantas y tan variadas que su enumeración fatigaría la memoria con nombres que hoy no tienen ya significado… El punto de Calcuta en todas sus variedades y al arte difícil de teñir poseyólo mi madre a tal punto de perfección que por estos últimos tiempos la consultaban por esos medios de cambiar un paño grana en azul, o de producir cualquiera de los medios tintes oscuros del gusto europeo…". Es más, "la reputación de omnisciencia industrial la ha conservado mi familia hasta mis días, y el hábito del trabajo manual es en mi madre parte de su existencia". 


"Bajo la presión de la necesidad en que nos criamos", debido a la "mala suerte de mi padre y falta de plan seguido en sus acciones", concurriendo solamente "en las épocas de trabajo fructuoso con accidentales auxilios –termina de admitir su hijo-, vi lucir aquella ecuanimidad de espíritu de la pobre mujer, aquella resignación armada de todos los medios industriales que poseía y aquella confianza en la providencia, que era sólo el último recurso de su alma enérgica contra el desaliento y la desesperación". 


¿Podía haber surgido aquel talento natural de una familia que había vivido "en una mediocridad muy vecina a la indigencia y hasta hoy es pobre en toda la extensión de la palabra", o el hogar de su madre había sido la primera escuela del talentoso escritor y más tarde también presidente argentino? De acuerdo a sus antecedentes familiares, el hogar de Sarmiento había sido su escuela literaria y su madre criolla y federal su primera maestra, sin desconocer el aporte posterior de su tío Oro.


¿Mediocridad? ¡Nada! Por el contrario, la insuficiencia económica era el telón de fondo de la excelencia familiar en la que nació, se crió y creció Sarmiento. Y Paula Albarracín había sido el pilar principal de su casa. En esa cuna había visto florecer Sarmiento su talento de escritor y su temperamento para la cosa pública, aunque ya de joven contradijera la tradición federal de su familia.

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