De Jáchal a Buenos Aires: La pizza sanjuanina copa la escena| Abrir nota completa...
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Protagonismo sanjuanino

La gobernación de José Ignacio de la Roza y la emancipación americana


A De la Roza "San Juan débele la inmensa gloria de ser una provincia emancipadora".

José Ignacio de la Roza.

La primera atención del doctor Ignacio De la Roza fue necesariamente en orden a lo militar, como correspondía a los requerimientos de la hora. En efecto, se necesitaba conjurar la amenaza de una invasión realista por el oeste, como se temía, y crear los cuerpos militares auxiliares y de refuerzos de la columna central del Ejército de los Andes, que finalmente atravesaría la cordillera por San Juan.


La recaudación de contribuciones y los sacrificios de recursos monetarios fueron el primer motivo de atención gubernamental. Dado el éxito del reclutamiento y de la organización de batallones –unos 3.500 hombres-, San Martín en persona gestionó y obtuvo del gobierno nacional el grado de Capitán con mando en el ejército libertador para el teniente gobernador de San Juan


En agosto de 1815, De la Roza envió todos los fondos del erario de San Juan hasta quedar exhausto, y a fines de 1815 debió enviar al Cabildo de Mendoza mil pesos pertenecientes al Cabildo de San Juan con el objeto de financiar a los diputados del Congreso de Tucumán, cuyo presidente, y no por casualidad, sería el sanjuanino Francisco Narciso Laprida, segundo integrante de la delegación de San Juan a dicho Congreso, que acompañaba en la representación sanjuanina al prior dominico Fray Justo Santa María de Oro, de destacada actuación política en la provincia y la región andina. En representación de Mendoza participaron en aquel Congreso Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza, y como representante de San Luis, Juan Martín de Pueyrredón. Habiendo sido elegido director supremo, Pueyrredón sería el único funcionario que, desde Buenos Aires, brindaría ayuda efectiva a la larga campaña libertadora, gesto que San Martín agradecería en varias oportunidades. 

Ya próxima la partida a Chile y el inicio del glorioso cruce de los Andes, ante otro pedido de San Martín, De la Roza remitió 12 mil pesos en plata corriente, y días después, 11 mil pesos y siete reales más como aporte a la campaña sanmartiniana. En enero de 1817, ante el peligro de paralizar el inicio de la gran campaña que comenzaba a ponerse en marcha, San Martín pidió a San Juan a través de De la Roza: "Hágase el último esfuerzo". 

A De la Roza –afirma el historiador Videla-, "San Juan débele la inmensa gloria de ser una provincia emancipadora". San Martín, por su parte, caracterizaría a San Juan como "noble vecindario" y felicitaría a De la Roza ¬por la toma de Coquimbo, destacando la circunstancia de que "los milicianos de San Juan -con el comandante Cabot a la cabeza- hayan (re) partido con el Ejército de los Andes (columna central) la gloria de dar la libertad a Chile".

La obra de gobierno propiamente dicha La segunda y no menor tarea durante la Tenencia Gobernación de De la Roza fue su propia obra de gobierno. Para empezar, la unción de De la Roza por convocatoria popular en 1815, significó dejar sin efecto la primera proclamación de autonomía sanjuanina encarada ante la renuncia de Alvear y la revocatoria del teniente Gobernador Corvalán. A la par se ratificó a San Martín como Gobernador Intendente de Cuyo, que hubo de visitar a San Juan en dos oportunidades. 

Seguro de su destino e impulsado por el ideal sanmartiniano, a De la Roza correspondería escribir "el capítulo más brillante y denodado de los servicios a favor del país" y de San Juan en muchas décadas. De su genio de visionario y estadista saldría la idea de promover la suscripción de acciones de capitales locales para fomentar una sociedad minera aplicada al aprovechamiento del oro, confiando la dirección de la empresa a Fray Benito Gómez, franciscano de los más capacitados de su tiempo como matemático y mecánico, que se había enemistado con las autoridades chilenas y por esa razón se había exiliado y aquerenciado en San Juan. La preocupación de De la Roza, como su dedicación a las obras públicas y al fomento del comercio y las industrias, le haría acreedor al título honorífico de "Promotor del progreso sanjuanino". 

Tratándose de De la Roza, ese título no era en vano. José Ignacio De la Roza fue el fundador en San Juan de la Escuela de la Patria, donde Domingo F. Sarmiento y los niños de su generación recibieron, según las propias palabras del autor de "Recuerdos de Provincia", "la única instrucción sólida que se ha dado entre nosotros en escuelas primarias", y cuyos pedagogos (Ignacio Fermín Rodríguez y sus hermanos José y Roque) "son dignos por su instrucción y moralidad de ser maestros en Prusia", que es "el pináculo de la humilde profesión de maestro". 

En el marco de una política de Estado moderna, integral y visionaria, el gran estadista sanjuanino desarrolló la enseñanza primaria, femenina y superior; dio impulso a la salud pública; inició la planificación urbana (enmarcado, embellecimiento y forestación del casco urbano); construyó el primer cementerio sanjuanino y la primera casa de encausadas; estableció las comunicaciones: postas de correo y caminos al interior; construyó obras hidráulicas y de regadío artificial, a las que Caucete y Pocito deben su existencia; promovió la tierra fiscal con criterio social; reanimó el comercio con Chile; produjo la rebaja de gravámenes a la producción local, pero también la interdicción de productos exportables por las acuciantes necesidades de consumo interno; aparte de inaugurar una política minera movilizadora de recursos e inversiones locales, precursora de una política de desarrollo productivo provincial y nacional. No era poco para la época. 

La madrugada del 9 de enero de 1820, la población de San Juan era sorprendida por un nutrido tiroteo que desconcertó a las autoridades y a los escasos efectivos que debían mantener el orden. Se había sublevado el Batallón Nº1 de Cazadores de los Andes. El levantamiento era dirigido por el capitán Mariano Mendizábal (de cuna porteña) para lograr la autonomía de San Juan de la Provincia Intendencia de Cuyo, que todavía orientaba el general San Martín desde los campos de batalla, donde se dirimía, con la concurrencia de cientos de sanjuaninos, la libertad y la unidad de América 

Para el doctor Maurín Navarro, "San Juan cierra con la revolución de 1820 una etapa de progreso al derribar a De la Roza; se inicia un ciclo negativo como una paradoja en su evolución institucional y política". Si bien San Juan logró su autogobierno –condición tan reclamada por los pueblos del Interior desde la misma revolución de mayo-, no fue éste su momento más glorioso, pues aparte de los pormenores del cambio de gobierno y estructura institucional, la provincia no podía dejar de lado su origen, carácter y pertenencia original cuyana, y todo intento de recomponer la Provincia de Cuyo se postergaría sine die. 

Sin embargo, durante la gestión del Dr. José Ignacio de la Roza se produciría el cruce de los Andes por San Juan del Ejército Libertador y la gesta emancipatoria de Chile, que vale la pena contar en particular.   

San Juan y el cruce de los Andes

Al llegar el coronel San Martín a la Provincia Intendencia de Cuyo en septiembre de 1814 en carácter de Gobernador Intendente, confirmó su decisión de invadir Chile por Cuyo y de allí dirigirse por mar a Lima para liberar al Perú. Descartada la posibilidad de vencer a los realistas por el Alto Perú, y producida en octubre de ese año la derrota de Rancagua y el restablecimiento del poder español en Chile, la única alternativa militar que quedaba era la invasión por Cuyo, o sea, trasponiendo la cordillera, lo que el mismo San Martín haría a través de territorio sanjuanino. 
"Los acontecimientos y la decisión del jefe –dice el historiador Videla- convertirían a San Juan y Mendoza en escenario de una de las más notables gestas militares registradas por la historia, dignas de las proezas de Aníbal y Bonaparte al trasponer los Alpes y caer sobre Italia… Ya en Cuyo, y con su plan confirmado por los acontecimientos, San Martín acometió la empresa que lo pondría de cara a su destino".  
No hay duda de que el cruce de los Andes y la participación de San Juan en esa empresa fue la gesta patriótica más grande de toda su historia, tanto por la dimensión de dicha gesta y los resultados que deparó -la independencia definitiva de España y nuestra vida soberana a nivel político-jurídico-, como por la movilización de recursos que ella produjo en San Juan y en Cuyo, del que el gobierno de San Martín quedaría como ejemplo en circunstancias críticas. 

No obstante, se ha hecho poco hincapié en que aquella fue una hazaña conjunta de cuyanos y chilenos, con quienes los sanjuaninos, mendocinos y puntanos marchamos juntos, primero a Chile y después a Lima, aunados en un mismo ejército y en un mismo espíritu americano. Aunque es justo aclarar aquí, con palabras del propio Libertador, y de acuerdo a su mandato de hacer conocer dicha verdad, que nuestra Patria Grande "fue liberada por los pobres y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos de nadie", debido a que, como San Martín explicaba en su misiva, "los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviarán tres sirvientes por cada hijo solo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo una colonia". Así se hizo la patria, con la afirmación de los hombres y mujeres del pueblo y la negación de los sectores privilegiados.

Varios autores coinciden en destacar la participación de la mujer en apoyo a la campaña de los Andes, prestando servicios de distinto tenor, dando apoyo directo o realizando donaciones de pertenencias y alhajas personales y contribuciones monetarias. "Los polvorientos libros -expresan Carmen Peñaloza y Héctor Arias, basándose en el libro "Patricias Sanjuaninas" de don César H. Guerrero- registran los apellidos de las beneméritas ciudadanas, como así también lo oblado", como abrigo y ropa para soldados, frazadas y colchas, cadenas de oro, cruces, sortijas con piedra, aretes, perlas, peinetas, fanegas de trigo y maíz, cargas de aguardientes y vinos, petacas con pasas de uva e higos, almud de aceitunas, y hasta el bordado de una de las banderas insignes que utilizó el ejército libertador y la primera que enarboló victoriosa el teniente coronel Juan Manuel Cabot en la toma de Coquimbo. 

En esa larga lista de mujeres sanjuaninas que apoyaron la campaña sanmartiniana figuran: Feliza de la Roza, Juana Manuela de la Roza, Dominga Pabla Echegaray, Damiana Carril de Quiroga, Borjas Toranzo de Zaballa, Carmen Sánchez,  Josefa, Felipa y Jesús Cano, Lucía Rojo, Juana Morales, María Quintana, Mercedes Tello, Regis de la Roza, Teresa Funes de Lloveras, Jacinta Angulo de Rojo, Josefina Lima, Ignacia Cano, Magdalena Lahora, Luisa Rufino, Úrsula Atencio, Rosa Toranzo, Pabla Echegaray, Loreta Oro, Josefa Torres, Rosario López, sin distinción de clases, siendo un caso destacado el de la campesina Josefa Rivera que, sin demasiados recursos, al oír hablar de "las necesidades de la patria" en 1814, se anotó con una suscripción de ½ real.  

Otro aspecto desconocido de tremenda proeza, tan o más grande que la del gran general cartaginés Aníbal al cruzar los Pirineos, primero, y los Alpes después para atacar a Roma, y la del mismo Napoleón al cruzar esos mismos Alpes para invadir el norte de Italia y sorprender a los austríacos, es que la Cordillera de los Andes era de mucha más altura que los Pirineos y los Alpes, lo que en sí mismo constituía una dificultad mayor e insuperable para trasladar un gran ejército, dificultad que convenció a los españoles de la imposibilidad de realizarlo. Sin embargo, en superar esa dificultad con tesón, organización y espíritu patriótico de sus soldados estuvo basada la estrategia del gran militar de las Misiones -que había hecho su carrera militar en España peleando contra los franceses-, confundiendo, sorprendiendo y venciendo esta vez a los españoles instalados en territorio chileno.

El comandante Cabot y la gesta de Coquimbo

Dentro de aquella estrategia general en la que San Martín encaró el cruce de los Andes con la división mayor del ejército (unos cinco mil hombres) atravesando la cordillera por San Juan a través del camino de Los Patos Sur (la otra división al mando del general Soler cruzó la cordillera por Mendoza), estuvo la decisión del gran capitán de enviar previamente a Chile al teniente coronel Juan Manuel Cabot, secundado por el capitán chileno (baqueano) Patricio Ceballos para tomar Coquimbo (a retaguardia del objetivo principal), siguiendo la misma lógica: por "el camino más extenso y dificultoso que los españoles consideraban como imposible", permitiendo con ello que la sorpresa fuera mayor, confundiendo aún más al mando español, como señalan el Lic. Edgardo S. Mendoza y el mayor Claudio D. Monachesi en su tratado sobre "San Martín y el Cruce de los Andes" que hemos también consultado.

Comandante Juan Manuel Cabot.

Después de interceptar las fuerzas realistas que, ante la cercanía de las fuerzas sanjuaninas y chilenas abandonaban Coquimbo con dirección a Santiago; de enfrentarse en el paraje Barraza con fuerzas enemigas el 11 de febrero; y de vencer el 12 de febrero de 1817 en los Llanos de Salalá a las fuerzas realistas compuestas por 150 Dragones de Caballería -el mismo día de la victoria de Chacabuco-, el comandante Cabot informaba al general San Martín "acerca del triunfo obtenido, de la gran cantidad de ciudadanos chilenos que se incorporan a la división y que avanza hacia la ciudad de Coquimbo, donde se capturó al gobernador español don Manuel Santa María quien fuera enviado prisionero a San Juan", quedando así completamente libre el camino para ocupar las ciudades chilenas al norte de Santiago. 

El 15 de febrero de 1817, a las tres de la tarde, Cabot tomó posesión de la Plaza de Coquimbo, "dando cumplimiento a las órdenes del comandante en jefe", asegurando la retaguardia del Ejército Libertador.

De esa manera, con su ejército prácticamente intacto, gracias a su genio militar y patriótico, en el que la guerra de zapa (contrainteligencia) diseñada por él y ejecutada principalmente por el ingeniero cartógrafo José Antonio Álvarez Condarco (que jugó un papel fundamental para terminar de confundir a los españoles), el general José de San Martín junto al general Bernardo O’Higgins y nuestros compatriotas atravesaron la inmensa cordillera y vencieron a su vez a los realistas en las gloriosas batallas de Chacabuco (12 de febrero de 1817) y Maipú (5 de abril de 1818), liberando definitivamente al territorio del Río de la Plata y a Chile del poder opresor y dejando despejado el camino al Perú, centro del poder absolutista español en América. 

Quedaban todavía seis largos años para liberar definitivamente a toda América del poder español. Y allá se dirigieron por mar los ejércitos sanmartinianos, con su acostumbrada generosidad americana y su compromiso con la Patria Grande, para liberarla de las garras del león español.

Extraido de "San Juan, su historia. De la Fundación de San Juan a la Segunda Reconstrucción", de Elio Noé Salcedo.

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