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Alejandro y Agustina, un amor que no morirá jamás

En tiempos de pandemia hay historias para emocionarse que merecen ser contadas. Historias simples de vida como la de un matrimonio de 62 años de casados.

La miró y supo que sería ella. No iba a hacer otra. Fue el momento que agradeció a su amigo por haberlo llevado a ese baile.

Argentina Ledesma canta con el alma y acompaña los primeros acordes de Fueron tres años. Como olvidar esa pieza musical que marcó el inicio de algo maravilloso.

Alejandro la miró y cabeceó. Recibió por respuesta una sonrisa de Agustina. Él tenía 17 y ella 15. Se volvieron a mirar y se sonrieron mutuamente. Se aceptaron y se unieron para siempre.

Ese fue el comienzo de una larga historia de amor, una historia que los llevaría a caminar juntos no solo por San Juan, sino también por Buenos Aires.

Crecieron como personas y también como familia, siempre con la misma premisa: juntos para todos lados.

Como en todos los matrimonios hubo tristezas y alegrías. Enojos y reconciliaciones. Cada año que pasaba la unión se hacía más fuerte.

Volvieron a San Juan y se instalaron en Concepción. Con más de 50 años juntos se los veía felices en la plaza de Avenida Rawson y Cereceto a las 7.30 de la mañana en verano tomando mates. O en la tarde se ponían a mirar pasar los autos.

La salud empezó a golpear las puertas y Agustina que era dulce y tierna manifestó con más claridad su diabetes. Hubo sustos y la pandemia la puso contra las cuerdas. Pero allí estuvo él. Alejandro inclaudicable, como un roble firme al lado de ella.

La pandemia nos pone a prueba a diario. Nos quita muchas cosas, nos quita la vida de a poco. Alejandro y Agustina estuvieron internados con diagnóstico de coronavirus, pero lo superaron con más de 8 décadas los dos.

Esa que parecía una victoria gigante, no lo era. Dejó secuelas y las luces ya no brillaban de la misma manera. Con mucho tiempo en cama, Agustina tuvo un pilar a su lado. Tanto que el viernes celebraron el día de la patria y el sábado gritaron campeones con Argentina.

Sin embargo, el lunes por la madrugada el corazón de Agustina comenzó a fallar, lo inevitable sucedió y Alejandro solo tuvo dos horas para despedirla.

Volvió a casa pasadas las 14.00. La casa estaba más grande, más sola, más triste y en la vieja radio de la cocina sonaba el tango que los unió, como una clara señal de Agustina que le recordaba que solo se fue presencialmente pero que seguirá siempre en su corazón.

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