Cuál fue el mensaje del Obispo Gustavo Larrazabal
El Obispo de San Juan, fue el encargado de brindar la misa en acción al celebrarse un nuevo aniversario de la Patria, donde los instó seguir más unidos que nunca.
La celebración religiosa fue oficiada por el Obispo Auxiliar de San Juan de Cuyo, padre Gustavo Manuel Larrazábal, que los llamó a la reflexcion al celebrarse el un nuevo aniversario de la Patria, este 25 de Mayo, tan emotivo para los argentinos.
La celebración religiosa fue oficiada por el Obispo Auxiliar de San Juan de Cuyo, padre Gustavo Manuel Larrazábal, que los llamó a la reflexión a seguir trabajando por el más necesitados y seguir apostando por una democracia libre y que pudimos conseguir hace 40 años.
El Obispo dijo entre otras cosas que: hay que tener en cuenta lo que dijo el Papa Francisco al anunciar que "somos una desafió que no podemos soslayar, que existe capacidad de diálogo creíble y evaluable, ceder en algo para que ganen. Existe la posibilidad de ser unos buenos samaritanos uno con otros. Ha confiado nuevamente en nuestro sistema democrático a pesar de sus debilidades y carencias y vemos como se redoble los esfuerzos solidarios para volver a tejer una sociedad creíble. Nos preocupa que al celebra cuarenta años ininterrumpidos de la democracia de nuestro país el clima que percibimos que muchas veces de confrontación de malos tratos y de peleas. También los medios de comunicación tramiten esta realidad. Los momentos o situaciones de encuentro producen momento de desazón. pero esto se percibe especialmente en el crecimiento de la pobreza que s e expande y crece
La homilía completa
"El tiempo pascual es un llamado a renacer de lo alto. Al mismo tiempo es un desafío a
hacer un profundo replanteo, a resignificar toda nuestra vida -como personas y como
Nación- desde el gozo de Cristo resucitado para permitir que brote, en la fragilidad
misma de nuestra carne, la esperanza de vivir como una verdadera comunidad. Desde
este misterio de alegría íntima y compartida, sentimos resurgir un sol de Mayo al que
los argentinos, como siempre, deseamos ver como un recuerdo que es destello de
resurrección. Es el esperanzado llamado de Jesucristo a que resurja nuestra vocación de
ciudadanos constructores de un nuevo vínculo social. Llamado nuevo, que está escrito,
sin embargo, desde siempre como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se
encamine a la prosecución del Bien Común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una
y otra vez su orden político y social".
"La parábola del Buen Samaritano es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto
la opción de fondo que debemos tomar para reconstruir esta Patria que nos duele. Ante
tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el Buen Samaritano. Toda otra
opción termina o bien del lado de los salteadores o bien del lado de los que pasan de
largo, sin compadecerse del dolor del herido del camino. Y "la patria no ha de ser para
nosotros -como decía un poeta nuestro- sino un dolor que se lleva en el costado". La
parábola del Buen Samaritano nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una
comunidad a partir de hombres y mujeres que sienten y obran como verdaderos socios
(en el sentido antiguo de conciudadanos). Hombres y mujeres que hacen propia y
acompañan la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de
exclusión, sino que se aproximan -se hacen prójimos- y levantan y rehabilitan al caído,
para que el Bien sea Común. Al mismo tiempo la Parábola nos advierte sobre ciertas
actitudes que sólo se miran a sí mismas y no se hacen cargo de las exigencias ineludibles
de la realidad humana".
"El pueblo de nuestra Nación demuestra, una y otra vez, la clara voluntad de responder
a su vocación de ser buenos samaritanos unos con otros: ha confiado nuevamente en
nuestro sistema democrático a pesar de sus debilidades y carencias, y vemos cómo se
redoblan los esfuerzos solidarios para volver a tejer una sociedad que se fractura.
Nos preocupa que al celebrar los 40 años ininterrumpidos de la Democracia en nuestro
país el clima que percibimos sea de confrontación, malos tratos y peleas. También los
medios de comunicación nos transmiten esa realidad".
"Los momentos o situaciones de desencuentro producen sufrimiento y desazón. Pero
especialmente, esto se percibe en el crecimiento de la pobreza que se expande y crece.
Muchas veces, ante discusiones estériles o agresiones, me pregunto: ¿Qué pensaran al
respecto los más pobres? ¿Los que no tienen trabajo? ¿los que viven amuchados en una
misma pieza?
¡Por eso si la Nación sufre, más sufren los pobres!
Este es un reclamo de una deuda que sigue vigente y se acrecienta y que además se lee
en los rostros de miles de hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos
de Dios.
No hay tiempo que perder. Es urgente ponernos a trabajar codo a codo en un mismo
rumbo.
En estos días la Iglesia en la Argentina ha hecho un aporte a través de la Comisión
Nacional de Justicia y Paz con propuesta de trabajar 10 temas y alcanzar consensos
sobre demandas sentidas de la comunidad.
Hay que dar señales claras de no pasar delante del que sufre con indiferencia.
Hay que dar señales claras que no alcanza una selfie con telón de fondo en contextos de
pobreza.
Hay que buscar - todos tenemos que hacernos cargo de la parte que nos toca- curar
heridas, cargar al sufriente sembrando sentido de esperanza cierta de superación.
Ponerse la Patria al hombro es hoy un desafío que no podemos soslayar, que exige
capacidad de dialogo concreto y evaluable, ceder en algo para que ganen los que siempre
pagan los platos rotos.
Hacen falta rostros, brazos y firmeza para no rehuir al compromiso de proponer
caminos de encuentro que dejen de lado facilismos retóricos que trastoquen el auténtico
sentido de libertad por el que trabajaron generaciones de argentinos que nos han
precedidos.
"Todos los días hemos de comenzar una nueva etapa, un nuevo punto de partida. No
tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan: esto sería infantil, sino más bien
hemos de ser parte activa en la rehabilitación y el auxilio del país herido. Hoy estamos
ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia religiosa, filial y fraterna para
sentirnos beneficiados con el don de la Patria, con el don de nuestro pueblo, de ser otros
buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar
odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo
gratuito, puro y simple de querer ser Nación, de ser constantes e incansables en la labor
de incluir, de integrar, de levantar al caído. Aunque se automarginen los violentos, los
que sólo se ambicionan a sí mismos, los difusores de la confusión y la mentira. Y que
otros sigan pensando en lo político para sus juegos de poder, nosotros pongámonos al
servicio de lo mejor posible para todos. Comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo
más concreto y local, hasta el último rincón de la patria, con el mismo cuidado que el
viajero de Samaria tuvo por cada llaga del herido. No confiemos en los repetidos
discursos y en los supuestos informes acerca de la realidad. Hagámonos cargo de la
realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está el
Resucitado. Donde había una piedra y un sepulcro, estaba la vida esperando. Donde
había una tierra desolada nuestros padres aborígenes y luego los demás que poblaron
nuestra Patria, hicieron brotar trabajo y heroísmo, organización y protección social.
Las dificultades que aparecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa
para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Renunciemos a la mezquindad y el
resentimiento de los internismos, de los enfrentamientos sin fin. Dejemos de ocultar el
dolor de las pérdidas y hagámonos cargo de nuestros faltas, desidias y mentiras, porque
sólo la reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros
mismos. No se trata de predicar un eticismo reivindicador, sino de encarar las cosas
desde una perspectiva ética, que siempre está enraizada en la realidad.
"El samaritano del camino se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega
al servicio era la satisfacción frente a su Dios y su vida, y por eso, un deber. El pueblo de
esta Nación anhela ver este ejemplo en quienes hacen pública su imagen: hace falta
grandeza de alma, porque sólo la grandeza de alma despierta vida y convoca".
"No tenemos derecho a la indiferencia y al desinterés o a mirar hacia otro lado. No
podemos "pasar de largo" como lo hicieron los de la parábola. Tenemos responsabilidad
sobre el herido que es la Nación y su pueblo. Nuestra Patria está signada muy
profundamente por la fragilidad: fragilidad de nuestros hermanos más pobres y
excluidos, fragilidad de nuestras instituciones, fragilidad de nuestros vínculos sociales…
¡Cuidemos la fragilidad de nuestro Pueblo herido! Cada uno con su vino, con su aceite y
su cabalgadura".
"Cuidemos la fragilidad de nuestra Patria. Cada uno pagando de su bolsillo lo que haga
falta para que nuestra tierra sea verdadera Posada para todos, sin exclusión de ninguno.
Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano,
con esa actitud solidaria y atenta, actitud de projimidad del Buen Samaritano".
"Que nuestra Madre, María Santísima de Luján, que se ha quedado con nosotros y nos
acompaña por el camino de nuestra historia como signo de consuelo y de esperanza,
escuche nuestra plegaria de caminantes, nos conforte y nos anime a seguir el ejemplo de
Cristo, el que carga sobre sus hombros nuestra fragilidad".