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El descabellado plan de Putin para devolver al poder al ex presidente que ordenó la masacre de los ucranianos en 2014

Víktor Yanukóvich se encuentra en Minsk, la capital bielorrusa, esperando a que el líder ruso lo necesite para cubrir las apariencias y devolverlo al poder. Sería un gobierno títere en manos del hombre más odiado de Ucrania.

El ex presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, junto al líder ruso, Vladimir Putin, durante una reunión en el Kremlin en diciembre de 2013, poco antes de que se iniciaran las protestas del Euromaidán y la sangrienta represión contra los manifestantes ucranianos.. REUTERS/Sergei Karpukhin

Lo tiene a resguardo. Se lo encargó a su amigo, el dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, como uno hace con su mascota cuando se va de vacaciones. Vladimir Putin mantiene al ex presidente ucraniano Víktor Yanukóvich en Minsk, la capital bielorrusa, esperando a que lo necesite para cubrir las apariencias y devolverlo al poder si es que realmente logra derrocar al gobierno de Kiev. Sería un gobierno títere en manos del hombre más odiado de Ucrania.

Ukrayinska Pravda, una publicación independiente en línea, citó a un funcionario de la inteligencia ucraniana diciendo que Yanukovich, que ha estado viviendo en el exilio en Rusia desde que huyó en 2014 por las protestas populares, se encuentra a la espera de que las tropas rusas tomen Kiev y Putin lo declare el nuevo presidente del país. Un rumor que está circulando desde hace días en todas las capitales europeas y Washington. Para entender cabalmente la locura de esta movida político-militar sugiero conectarse inmediatamente algún dispositivo y ver el documental "Winter On Fire: Ukraine’s Fight for Freedom" (https://www.youtube.com/watch?v=jNJSX5hXJq4)

Yanukóvich, tiene 72 años y fue presidente de Ucrania desde 2010 hasta que fue destituido en febrero de 2014 por las protestas generalizadas del Euromaidán, tres meses de la toma de la Maidan Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia) de Kiev. Las manifestaciones comenzaron el 21 de noviembre de 2013 cuando Yanukóvich, del pro-ruso Partido de las Regiones, decidió rechazar el acuerdo para que el país se alinee más estrechamente con la Unión Europea, con vistas a una futura adhesión al bloque, y aceptar en cambio un paquete de rescate financiero ruso y unos lazos más estrechos con Moscú. Cientos de miles de personas salieron a las calles a repudiar al ya desprestigiado Yanukóvich, que como todo dictador sólo supo responder con la violencia de las fuerzas especiales y matones que sacó de la cárcel e importó de Rusia.

Antes de esta decisión, Yanukóvich había perdido cualquier prestigio bajo las acusaciones de una corrupción extendida por todo su gobierno. Transparency International lo puso en los primeros puestos de su lista de líderes corruptos de ese momento. Su hijo, Oleksandr Yanukóvich, otros miembros de su extensa familia y sus amigos pasaron de la modestia a la opulencia a una velocidad de lince. Por supuesto, él se llevó la mayor tajada.

A pesar de haber sido un empleado medio y funcionario público durante toda su vida, de pronto, Yanukóvich pasó a tener una vida de Zar. Su fastuosa dacha en las afueras de Kiev, llamada Mezhyhirya, estaba constituida por una gigantesca mansión de madera con techo de cobre puro, un zoológico privado, un campo de tiro subterráneo, pistas de tenis, otra de bowling y un campo de golf de 18 hoyos.

Había nacido en el óblast de Donetsk, en la región de Donbás, de mayoría rusófona, en una familia golpeada por la guerra y muy escasos recursos. Yanukóvich fue un oscuro funcionario comunista hasta que con la independencia ucraniana llegó a ser gerente de una empresa de camiones y transportes. Conservó sus contactos políticos con sus camaradas quienes lo nombraron primero vicepresidente y luego jefe del gobierno regional de la provincia de Donetsk en 1996 y 1997. Decían, entonces, que era un buen administrador, pero su verdadera ventaja era que tenía el apoyo –y el dinero- del Kremlin.

El entonces presidente ucraniano, Leonid Kuchma, lo incorporó a su gabinete y lo nombró primer ministro en 2002. Fue confirmado por la Rada Suprema, el parlamento, por muy escaso margen de votos. Los diputados se sucedieron en la sesión para enumerar sus antecedentes pro-rusos, pero él juró que no era así y que era partidario de que Ucrania acabara entrando en la Unión Europea (EU). Una de las primeras medidas que tomó fue enviar soldados ucranianos para apoyar a la coalición liderada por Estados Unidos en la guerra de Irak de 2003, aunque se había manifestado en contra de que Ucrania buscara el ingreso en la OTAN.

En 2003, Yanukóvich se presentó como candidato a las elecciones presidenciales. Obtuvo gran parte de su apoyo de las zonas del sur y el este de Ucrania, tradicionalmente consideradas más pro-rusas. En la primera vuelta, a finales de octubre, ningún candidato superó el umbral del 50% para ser elegido, por lo que se celebró una segunda vuelta un mes después. Ganó Yanukóvich entre medio de las acusaciones generalizadas de fraude presentadas tanto por grupos de la sociedad civil ucraniana como por observadores electorales internacionales.

Fue cuando estalló la Revolución Naranja. Protestas sostenidas, desobediencia civil y huelgas generales en las que los manifestantes se identificaban con el color anaranjado que había sido el usado por la campaña de Viktor Yuschenko, el rival pro-europeo de Yanukóvich. El Tribunal Supremo de Ucrania declaró nulas las elecciones y ordenó nuevos comicios para fines de diciembre de 2004.

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